De la exclusión a la
institucionalización.
Exposición LGBT+:
Identidad, Amor y Sexualidad.
Museo de Memoria y
Tolerancia, Ciudad de México.
por Maai Ortíz
Hace ya casi un año se generó un
polémico evento por parte del intento fallido de la intervención drag de
Mikonika en el Museo de Memoria y Tolerancia (MMyT), ante el suceso, algunos
activistas y personas LGBT+ se mostraron a favor de realizar una manifestación, declaración o simplemente evidenciar
las prácticas discriminatorias de este recinto a través de distintos medios. A
pesar de la disputa que se dio en redes sociales y por parte de las
declaraciones de las autoridades del MMyT, el caso quedó a la deriva y como muchas
noticias, se dejó a un lado la situación, pero sin olvidar la incriminación ideológica emitida a esta institución.
Tal problema, insertó una duda acerca del discurso de inclusión, tolerancia y
no discriminación del museo, temas a los que debe su existencia.
Imagen: https://www.animalpolitico.com/2017/04/museo-drag-queen-memoria/
Dada la incongruencia en que pudo
haber incurrido un museo que en sus siglas predica la tolerancia, se vio en la
necesidad de emprender acciones que fueran más allá de un discurso de no
discriminación, ya que estaba en entredicho su misión y visión institucional. A
pesar de que este museo privado ya había realizado eventos con organismos
como COPRED con respecto a tratar los temas de la exclusión, es posible (casi certero)
que la exposición LGBT+: Identidad, Amor y Tolerancia, haya surgido en respuesta
a este evento que dejó una página oscura en la historia de este espacio, que de
por sí ya ha sido cuestionado y criticado por el corte de sus exposiciones
permanentes, así como el tratamiento que le da al tema de la memoria. (Véase el
trabajo de Fonseca y Vargas, 2015).
El jueves 16 de marzo de 2018, me di a la tarea de
visitar esta exposición y sus ocho salas para conocer de primera mano lo que
estaba ocurriendo. Antes de emitir mi opinión acerca del tema, considero
necesario aclarar que mi interés no fue solamente para advertir la supuesta
resolución del escandaloso evento que
hace un año en el mes de abril puso en tela de juicio al MMyT.
En realidad desde hace ya algunos
años he colaborado con el Festival Internacional por la Diversidad Sexual
(antes Semana Cultural Lésbica Gay, impulsada principalmente por José María
Covarrubias), evento que marcó mi desarrollo profesional como gestor cultural
por el contacto que tuve con diferentes personajes históricos y actuales del
activismo, la cultura, el arte, entre otros académicos que han tratado el tema LGBT+,
pero sobre todo por las exposiciones que el FIDS ha gestionado en diversos museos y espacios culturales, y en las cuales
participé de manera directa e indirecta. Esto lo menciono porque me parece
importante que se conozca mi lugar de enunciación y por qué esta exhibición me
hizo reflexionar algunas observaciones que considero no menores. Asimismo en
los últimos meses me he dedicado al análisis de exposiciones militares, así
como en la búsqueda de una reflexión acerca de los contrarelatos del Estado, como el caso del Museo Casa de la Memoria Indómita.
Mi interés no es calificar las
cuestiones técnicas de la exposición en cuanto a su montaje, estética o disposición
museográfica, más bien me interesa la dimensión política. También considero que
ya se han dado a conocer varias reflexiones importantes de voces autorizadas en
el tema, me refiero al caso de Braulio Peralta o el de Manuel Arellano, a
quienes tengo el placer de conocer y con quienes comparto varios puntos de
vista. Sin embargo me interesa centrarme más en lo que implica institucionalmente
una exposición de este tipo en el MMyT.
De entrada considero que efectivamente
esta exposición que seguramente no había sido un tema planeado por sus
directivos, fue una forma de resolver el escándalo que surgió a raíz del penoso
evento suscitado en sus instalaciones en el mes de abril de 2017. Haya sido cierto o no,
lo importante es que trascendió mediáticamente. Ante esta incomodidad, era imprescindible emitir más que una declaración del Museo, una acción concreta y creíble de sus valores
institucionales que pudiera corroborar su compromiso ideológico. La respuesta
tardada, pero estratégica del museo generó políticamente una reivindicación a
sus posturas de Tolerancia. Sin embargo, considero que también dio lugar a otras dinámicas
interesantes las cuales quiero comentar.
Una de esas dinámicas que me
parece trascendente es que el MMyT se dio a la tarea de invitar a activistas,
artistas, académicos y demás personajes de las colectividades LGBT+ a su
inauguración. Este acto protocolario logró articular a distintas voces afirmando
y legitimando la institucionalidad del museo. En un acto simbólico, la
asistencia y participación reivindicaba la posición del museo como un
dispositivo polifónico donde las voces eran apropiadas en una acción afirmativa
por parte del discurso museístico, que bajo esta invitación/asistencia era
autorizado y aprobado por los que al parecer habían sido simbólicamente
discriminados como colectividad en la incómoda intervención drag.
Es importante reconocer que en estos tiempos, los museos parecieran ser de esas pocas instituciones que aún pueden presumir de credibilidad, y esa fortaleza es comprensible frente a la crisis del Estado mexicano y sus organismos, que intentan ya no digamos atender la ejecución de la justicia o luchar contra la corrupción, puesto que dejan mucho que desear en cuanto al tema de los derechos humanos.
Es importante reconocer que en estos tiempos, los museos parecieran ser de esas pocas instituciones que aún pueden presumir de credibilidad, y esa fortaleza es comprensible frente a la crisis del Estado mexicano y sus organismos, que intentan ya no digamos atender la ejecución de la justicia o luchar contra la corrupción, puesto que dejan mucho que desear en cuanto al tema de los derechos humanos.
Esta estrategia de reivindicación
se había generando desde enero de 2018 con el préstamo del espacio para la
presentación y encuentro que tuvo Claudia Sheinbaum con un segmento de la
Coalición LGBT de reciente formación y en la cual estuvieron participando
activistas de casi todo el país. La exposición es entonces una extensión de
estas acciones afirmativas y también es una forma de resarcir la imagen
negativa que se había generado en medios y redes sociales, procurando entonces, una reivindicación simbólica,
discursiva, pero sobre todo política. Tan solo recordemos que parte de los
planes del museo es mantener tal exhibición hasta el día de la histórica marcha
por el Orgullo LGBT+.
Imagen: https://www.sdpnoticias.com/gay/2018/01/24/promete-sheinbaum-clinica-en-cdmx-especializada-en-salud-de-personas-trans
Sin embargo, Sheinbaum no es la
única que ha utilizado simbólicamente este espacio para construir una imagen
positiva de su candidatura hacia las colectividades disidentes, sino que en
últimos días, circulan videos e imágenes de candidatas, políticos, artistas y demás
personajes de la vida pública han utilizado el espacio expositivo como una
plataforma política para mostrarse como aliados o simpatizantes de los derechos
LGBT+. Ahora bien, esto no significa una crítica necesariamente negativa o con
fines de desaprobación hacia estos actos de simpatía, ya que desde 1978 (fecha
simbólica de la primera salida del clóset del Frente Homosexual de Acción
Revolucionaria) se ha luchado por la reivindicación de la orientación y
preferencia sexual ante la sociedad. Sin embargo, en el contexto de tal
exposición es necesario entender este proceso cultural, social, pero sobre todo
político del evento.
El contexto nos lleva a situar el acontecimiento en el marco del proceso
electoral de 2018, donde se está buscando incluso por parte del Partido
Encuentro Social (PES) no vincularse
negativamente como agente de discriminación o de reproducción de prácticas
homolesbotransfóbicas. Qué mejor que un baño de tolerancia y apertura de mente que
visitar una exposición sobre Diversidad Sexual en un recinto emblemático,
aprobado por las colectividades LGBT+, cuyas selfies circularan en redes sociales,
buscando el tan anhelado direccionamiento de la opinión pública.
En esta exposición encuentro
varias cuestiones que llamaron mi atención. Por un lado es evidente la presencia de una voluntad
didáctica y pedagógica a través de los contenidos tanto visuales como de los
textos expuestos. Básicamente el logro de esta propuesta es la visibilización y
la necesidad de educar al público asistente con respecto a la diversidad sexual
de una manera positiva. Tales acciones desde una propuesta educativa son
plausibles, aunque también hay una especie de jactancia y autoelogio por parte de las
autoridades del museo que se condecoran al declarar que son la primera
exposición de este tipo en el mundo. Lo cual me parece interesante, ya que
considero que muestra de alguna manera el pináculo de una privatización e institucionalización
cultural de las luchas LGBT+. Con esto quiero decir que antes de esta
exposición, muchas personas trabajaron en diversas propuestas de exhibiciones,
sobre todo desde el ámbito artístico, para encontrar en el terreno cultural un
arsenal de guerra para empoderar, visibilizar y reivindicar a las
colectividades LGBT+. Precisamente la Semana Cultural Lésbica Gay a través de
la Pepa, es un ejemplo de esta postura. Curiosamente no tomado en cuenta en la
cronología que se encuentra en una de las salas de este recinto.
No podemos prescindir que
cualquier exposición está inmersa en un contexto político, pero también donde
se desarrollan políticas de selección donde se ejecutan acciones de memoria y olvido.
Braulio Peralta en su texto acerca de la exposición hace mención precisamente
de estas cuestiones, y Arellano también genera una respuesta que reflexiona
acerca del tema. Este evento ha producido por la gran asistencia de públicos un gran peso social, debido precisamente a su afluencia y por
el reconocimiento institucional, pero también por la
legitimidad que ya fue otorgada por las colectividades disidentes, aunque no
todas, cabe aclarar. He aquí una representación de la institucionalización a la
que me refiero.
En estas políticas de memoria y
olvido, que de alguna u otra manera fueron tuteladas por la institución museística
me pareció interesante algunos aspectos que
percibí y provocaron un cuestionamiento personal hacia la exposición:
1) La desexualización y borramiento
de la afectividad: es comprensible que el MMyT busca llegar a un gran público,
incluyendo por supuesto al sector infantil. Sin embargo más allá de una queja de
la negativa del museo en mostrar corporalidades concretas, me refiero a la
simple muestra de afecto. Los colores y la saturación de imágenes como en la
primera sala de las familias o en la cronología no existen mujeres que se
abracen, hombres dándose un beso, dragas, entre otras representaciones que son
forcluidas visualmente, no pude hacer otra cosa más que preguntarme ¿las
representaciones del amor que dan título a esta exposición dónde quedaron?.
Esto es particularmente interesante porque permanece el discurso de respetar la
existencia, pero de eso a mostrarse en público, eso ya es otra cosa. En ese
sentido, la supresión de toda imagen de afecto me parece grave si es que se
busca una pedagogía visual, lo cual no se manifiesta en el museo, porque se
centra en una sensibilización teórica.
2) Sensibilización teórica:
considero que en este punto debemos colocar nuestra reflexión en torno a que el
MMyT no busca visualidades que representen o muestren la Diversidad
Sexual en sus expresiones más básicas como es el afecto, el cariño o la acción de empatar
el amor heterosexual al sexodiverso. La fórmula se centra en reconocer que somos diferentes,
que es prácticamente el mensaje de la sala de fotografías de familias. Otra operación es la sustitución, donde la bandera de colores es yuxtapuesta a las personas de carne y hueso. Tal lenguaje de color y texto permite evitar una visualidad del afecto o el contacto humano. En este sentido, podríamos bien haber leído un libro de educación sexual que atendiera los temas de la
diversidad sexual y daría el mismo efecto. La estrategia utilizada por tanto fue llevar el texto
pedagógico al dispositivo exhibitorio.
3. La curaduría del olvido: en
este caso no me interesa señalar los por menores que ya señaló Braulio Peralta
en sus análisis, sino que de verdad reflexionemos sobre una cronología que busca
insertar la cuestión local en lo universal. Esta operación también es muy
interesante, aunque me parece que ha generado fuertes cuestionamientos por
parte de activistas históricos que coinciden en la ausencia de muchos
personajes y grupos emblemáticos. La respuesta general que recibimos de
curadores en estos casos es que no se puede poner todo y eso es lógico y aceptable.
Sin embargo, también es necesario que quienes organizan y curan una exposición,
se vean obligados a aceptar y responder hacia el cuestionamiento de las
políticas o direccionamientos del por qué hay ciertos personajes/grupos que entran y
otros no en cuanto al proceder de la acción de seleccionar los pasajes de la memoria. El ejercicio no es fácil, porque se repite en cualquier museo de
corte histórico. Pero esto tiene que ser analizado pensando en los intereses,
el lugar de enunciación y el evidente discurso de autoridad que se le ha
otorgado a la institución museística.
Reflexión Final
La exposición a pesar de ser “la
primera en el mundo” es una semilla que esperemos no muera por los intereses y
el contexto político, sino que nos incite a la reflexión más profunda de la
necesidad de seguir promoviendo estos espacios para hablar del tema. Lo cierto es que estas
infografías expuestas no logran aún llegar a la propuesta de Didi Huberman para
entender la exposición y su potencial político. Me refiero a esa reflexión que
Huberman realiza con respecto a la exposición como máquina de guerra. Para este autor, la exposición es un acto
político porque es una intervención pública, y a pesar de que sea ignorado esto en muchas ocasiones al visitar una exhibición,
sigue siendo una toma de postura dentro de la sociedad.
Si bien es cierto que en este sentido y ante
el avance de la derecha y la fuerza del conservadurismo en América Latina esta
apuesta del MMyT resulta significante, especialmente ante amenazas como el Frente Nacional por la Familia. En tiempos
electorales también se impone como un espacio simbólico de legitimación,
adulación, reflectores y una teatralización de los derechos LGBT+ que no
terminan en el matrimonio, con vestidos de novia, fiestas, trajes finos y
champagne, pues nos siguen matando y en los ministerios públicos nos siguen dejando
en carpetazos. Las compañeras trans siguen teniendo problemas con cuestiones
legales respecto a su identidad, problemas laborales, de salud y siguen experimentando una terrible violencia
por parte incluso de las autoridades, el matrimonio igualitario ni siquiera es
una apuesta para todas las personas LGBT+, ni tampoco es un derecho que se haya
conseguido en todo el país. El caso de la población lésbica es bastante complejo ante un mundo machista, donde ciertamente los reflectores hacia los
hombres homosexuales ha sido el más visibilizado, y ya no hablemos siquiera de
la situación de las mujeres en general. Asimismo la población bisexual también
permanece invisibilizada e incluso estigmatizada al interior de las
colectividades lébico-gays.
La exposición LGBT+: Identidad,
Amor y Sexualidad, podría bien prescindir de amor y sexualidad, temas que
difícilmente podríamos visualizar en sus salas. A pesar de sus ausencias,
olvidos y desmemorias, sigue siendo una apuesta importante y bien recibida,
pero no por eso tendríamos que ser condescendientes con las problemáticas que
presenta. Esperemos que se siga explorando en espacios públicos, privados e
impulsados por la sociedad civil estas exposiciones que efectivamente son
necesarias, pero también que sean sumamente comprometidas con la forma de
abordaje. Cabe mencionar que las dos instalaciones de Jeong Mee Yoon y Lorena
Wolfer son valiosas aportaciones. En especial la propuesta de Wolfer que
rescata en muchas de sus fotografías el proyecto de educación radical La Lleca,
proyecto que coloca la problemática del afecto y el cariño en sistemas
carcelarios como uno de los temas principales de sus intervenciones,
proponiendo la construcción de lazos más allá de los sanguíneos y reconocidos
por el Estado.
Otro detalle interesante que no
podemos olvidar es la serie de marcas, instituciones y organismos que patrocinan la exposición. Lo cual
resulta interesante en cuanto a reflexionar sobre el Mercado Rosa. Esto sería
un análisis muy interesante para otro momento. Solo mencionaré que esto no es
menor, porque uno de los reclamos y dolencias de muchos activistas es la
polémica que surge a partir de la participación de empresas en las marchas del
Orgullo LGBT+ en junio. Recordemos que hace ya unos años hubo dos marchas, cuyo
despliegue doble se fundamentó entre otras problemáticas, en la participación
de empresas, que no necesariamente se han identificado por su solidaridad,
apoyo y reconocimiento con las colectividades LGBT. Por supuesto hemos entrado
a la lógica del target mercadológico e intereses que la iniciativa privada pretende
en su búsqueda de nuevos mercados y el
reconocimiento de “empresas socialmente responsables”. Actualmente sabemos que
en el ámbito privado se especializan en generar campañas progresistas con la
finalidad de ganar capital simbólico que se traduce en reconocimiento y
aprobación por parte de ciertos sectores sociales. No es que tengamos que tirar
por la borda estas acciones, pero las colectividades LGBT+ son más que una
campaña política, más que un target mercadológico y más que una exposición
temporal de un museo. Tan solo recordemos ese emblemático e icónico texto de José Joaquín Blanco: "Ojos que dan pánico soñar" para visitar esta exposición con una mirada crítica.
CONSULTAS:
ARELLANO, L (2018). No todo es gay
MONCADA, D. (2018). ¿Ya visitaste la exposición LGBT+ en el
museo de Memoria y Tolerancia?
PERALTA, B. (2018) “LGBT+”. Errores y omisiones
PONCE, A. (2018). Identidad, Amor y Sexualidad en el Museo
Memoria y Tolerancia
EL UNIVERSAL
DESASTRE.MX